De la pérdida a la acción

Entendemos que se inicia para ambas partes un camino de transición que irá de la pérdida hacia una nueva construcción y entendimiento del futuro.

Hay un transitar especial luego del cierre de ciclo de la actividad laboral, que en el caso del colaborador será comenzar a caminar por un desierto donde al inicio se tornará difícil comprender su magnitud, y más aún qué buscar, lo que hace más complejo entender qué capitalizar. Será algo cercano a verdaderos “terremotos vitales” como lo expresa Bruce Feiler en su obra.

En el caso de la empresa resulta necesario tener fortalecido el proceso de offboarding, que será
aplicado muchas veces en estas instancias. Es cerrar sanamente la relación con el colaborador que se retira y una gran oportunidad para reflexionar y comprender cuáles son los aprendizajes y ajustes que deberá realizar.

Es una etapa de ciclo donde ambas partes deberán planificar la transición antes y luego de la salida.

La pérdida y la construcción de una nueva realidad la vivenciarán ambos actores.

Es clave en un proceso de offboarding construir un diálogo que asegure una retroalimentación clara, en donde la empresa pueda también identificar aquello que tenga que reforzar respecto a experiencias con sus empleados, y en cuanto al colaborador, en entender el momento y registrar la decisión.

Con esta comprensión mutua asegurada, es fundamental que ambos actores acuerden pautas para la comunicación y mensajes, respecto a los que quedan en la empresa, al entorno y ante otros colaboradores, lo que redundará en mejorar el posicionamiento de ambos y construir una relación futura virtuosa.

El tener cercanías con el colaborador en su transición resultará de importancia, sumado al rol del líder que acompañará esa transición antes de la partida, lo que alivianará el equipaje emocional.

Estamos ante una realidad que nos lleva a cambios continuos y nos interpela constantemente,
donde se ven afectados los vínculos, nuevas formas de trabajo y exigencias del contexto, y donde las emociones y las fragilidades hacen más sensibles estas transiciones.

Y hoy tenemos que revisar preguntas: ¿Cómo se cuidará al colaborador? ¿Cómo podrá ser
acompañado en esas instancias? ¿Cómo el líder acompaña a su colaborador ante la decisión de
salida, especialmente en lo emocional? ¿Están los líderes para ese “acompañar” y establecer conversaciones sanas y productivas? ¿Seguiremos comunicándonos con ese colaborador?

¿Cómo puede ser acompañado luego? ¿Puede ser embajador de la compañía, donde ha sumado
experiencias y vínculos?

Son preguntas que necesitan de respuestas sólidas, que nos lleven a reforzar cada día este tipo de transiciones.

Ahora quiero detenerme en ese camino nuevo que inicia el profesional o ejecutivo, en el que muchas veces no surge otro proyecto o lugar de pertenencia de inmediato.

¿Qué le sucede a quien aborda esa transición, pero ya sin la empresa que le generaba protección laboral? ¿Qué estados emocionales atraviesa? ¿Cómo abordará carreras o trayectos no lineales?

Sentir que lo conocido se derrumba.

Surgen nuevas preguntas y respuestas en la persona: ¿Por qué me sucede esta situación? ¿Qué
hice mal? ¿Quién soy? ¿Qué registro tengo de lo sucedido? ¿Podré insertarme nuevamente?
¿Me sumarán los conocimientos y experiencias que incorporé hasta este presente, para la
nueva etapa?

Y es aquí donde se vivencian una serie de sentimientos encontrados, de emociones no vividas antes, donde nos abraza la incertidumbre y lo complejo.

Lo incierto surge como una amenaza porque comienza a ser relacionado con un estado de supervivencia y negarse aquello que está pasando frente a la pérdida. Es ingresar en un túnel de parálisis profesional y aislamiento muchas veces.

Es transitar entre un yo valiente y un yo sin control. Es sentirse fustigado por sus propios pensamientos, arrastrados por impulsos donde no quiere llegar.

Somos seres especiales que no queremos caminar sin hojas de rutas y menos en contextos
de cambios acelerados. Comenzamos a descalificar lo diferente y afrontar los miedos que aparecen, que bloquean nuestra iniciativa y proactividad, demorándonos para atravesar nuestras propias fronteras. Se hace presente la ansiedad y surgen “sesgos cognitivos”, con una tendencia a seleccionar y privilegiar determinado tipo de información por sobre otra, que en ciertas ocasiones no es la mejor.

Y lo interesante de estos sentimientos es que los mismos se presentan tanto en los casos donde
la salida es por propia decisión, como en aquellos en casos donde la empresa es quien lo decide.

Seguramente la intensidad y vivencia no es la misma, pero el sentimiento está presente y es muy importante poder identificarlo para así saber tomar control, regularlo y abordarlo.

Resulta necesario entonces, encontrar una mano para ser acompañado en el camino de la transición, donde no jueguen mandatos o conductas aplicadas en otros escenarios, que aún pueden quedar fijas en la vieja mochila de viaje.

Pedir ayuda es vital, pero lo es aún más, saber cuándo, cómo y a quién pedirla, dado que son circunstancias donde se requiere un saber operar casi quirúrgico, para poder potenciar la gran oportunidad que se abre para la persona.

Son instancias donde la angustia nos confunde, nos sofoca, nos obliga a perdernos en laberintos mentales por los cuales deambulamos intentando encontrar una solución.

Vivimos en una sociedad donde predomina la apariencia sobre la esencia y ante una salida o pérdida de empleo, surge un vacío que se manifiesta como un inmenso desconcierto donde el cambio no puede vislumbrarse, donde el profesional se resiste lógicamente a la adversidad. Abre las puertas a un ser caprichoso y voluble llamado incertidumbre, y en ese desierto emocional se aferra a lo conocido donde encuentra mayor estabilidad.

Iniciar la transición es reconocer la propia fragilidad, donde surge el temor a asumir riesgos que atacan los egos y sentirse en muchas ocasiones no preparado para crear otros
vínculos, generar otras ideas o lograr un empleo de mayor impacto.

Es un “desierto emocional” donde el conformismo se hará presente, donde la persona no
reaccionará y aceptará de forma pasiva las dificultades, los hechos y las barreras.

El conformismo atrapa al Yo, impidiendo muchas veces invertir tiempo para analizar proyectos o intentar algo diferente.

El gran desafío del Yo es educarse para administrar la ansiedad iniciada por fenómenos inconscientes que nutren preocupaciones, tristeza, pesimismo, etc.

Ser conformista en esa fase es ser víctima del pasado y la meta justamente es ser protagonista, es ser autor de un nuevo camino a construir.

Transitar ese duelo en algunos profesionales, es sentir miedo a la crítica, al rechazo, a la mirada del otro, a no ser elegido nuevamente por un mercado exigente, sin reparar si está instalado para enfocarse emocionalmente en un nuevo proyecto.

Aquí resulta necesario aprender a lograr la construcción de nuevos pensamientos, a interpretar
y respetar emociones, a filtrar estímulos estresantes, a repensar la identidad laboral, a
preguntarse: ¿quién deseo ser? ¿Qué busco a partir de ahora? ¿Cómo defino mi propósito?

La producción de pensamientos negativos en la transición puede volverse un gran enemigo de la calidad de vida, la salud psíquica y el bienestar que necesitamos para decidir y controlar el estrés que generan esos momentos.

Será un tiempo para preservarse, mantener la esencia y la calma, y capitalizar la frustración para entender cómo focalizarse en una nueva ruta que todavía no se percibe.

Vivimos tiempos diferentes y complejos en una sociedad ansiosa y a la vez fatigada, lo que implica en la transición, desarrollar salud psíquica frente a las intemperies existenciales.

Las decepciones y los contratiempos afectarán, salvo que puedan resultar materia prima para una nueva construcción. La persona necesita ser acompañada para animarse a indagar en su proceso de producción y construcción.

Perder es experimentar el límite, es vivir en continua tensión, entre lo que se ha logrado y lo que todavía no se ha conseguido, es el vacío entre lo que es y lo que debería ser.


Protagonizar la crisis, aceptarla y atravesarla generará nuevas preguntas:

¿Cómo avanzar en el proceso para transformar la realidad y soltar pensamientos negativos?

Será preciso dejar la pérdida atrás ante la turbulencia del momento, y desarrollar la templanza necesaria para dar el salto hacia lo imprevisto.

Será un tiempo para enfocarse emocionalmente en un nuevo desafío, entendiendo que hay nuevas reglas de juego en el mercado para continuar avanzando.

Es comenzar a aprender a dar ideas en lugar de imponerlas, romper el estado de aislamiento potenciado por el contexto, retomar la exploración, liberar la imaginación y no caer en la trampa de nuevos paradigmas rígidos, tratando de ver el caos como una oportunidad creativa.

Crear oportunidades es depender de sí mismo, esperar que aparezcan dependen del resto.

Es necesario encontrar un nuevo orden para volver a encontrarse y armar una nueva agenda para sumar hábitos saludables:

Generar autoconfianza, no dar identidad a estímulos negativos del afuera.

Dar respuestas inteligentes en situaciones complejas.

Superar la trampa del conformismo y el miedo a atreverse.

Generar autonomía para tomar decisiones respetando nuestros deseos y necesidades.

Defender nuestro territorio, respetarnos, saber elegir, establecer límites claros, medir qué propuesta de valor aportamos.

Analizar nuestras creencias limitantes como el miedo a atreverse, a reinventarse, a asumir riesgos.

Practicar la independencia de pensamiento y acción para trabajar en una reconversión creativa.
Superar las necesidades neuróticas de poder, de ser perfecto, de preocuparse demasiado por
la opinión o mirada de los otros.

Controlar los pensamientos tóxicos que nos vinculan al pasado, el pesimismo, la autocompasión y el conformismo.

Tratar de cruzar el puente y ver la otra orilla, pasando de la desilusión, decepción o frustración a la autorrealización.

Apagar el orgullo que debilita la fuerza que necesitamos para aprender y volver a
reconstruir.

Revisar nuevas formas de trabajo y formas de vincularnos, ya que venimos de una sociedad del cansancio, con un trabajo intelectual intenso, exceso de información, exceso de preocupaciones, que nos exige conectarnos de manera diferente con “la nueva realidad”.

Cumplir con estas nuevas conductas implicará desarrollar la fuerza y la perseverancia válida para desarrollar otra agenda que contemple una búsqueda planificada, donde se pueda dibujar un nuevo proyecto y armar argumentos o relatos de experiencias para sumarse a un nuevo desafío con impacto.

Se tratará construir una nueva agenda!

Pasar de “cumplir con la agenda corporativa” a “construir su propia agenda”, será salir del “mandato corporativo” y de la zona de confort para entrar en otra dimensión donde uno es artífice de su propio destino, es arquitecto y constructor de una nueva realidad.

Al disponer de tiempo extra, surge la gran oportunidad de achicar el “punto ciego”, que nos oculta en gran medida lo que ocurre en nuestro entorno cotidiano. Será un tiempo para recuperar vínculos con familia, amigos, hobbies, recuperar pendientes, repensar seriamente cuál es el deseo nuevo y trabajar para incorporar el mismo a esta nueva oportunidad que se nos
abre.

A lo que tendrá que sumarse perseverancia para evitar una mente estresada en la búsqueda, y no caer en un bajo nivel de tolerancia a las contrariedades, que solo dificultará tomar contacto con el presente para la “nueva construcción”. Se necesitará disciplina, concentración, estrategia y selectividad para abordar el cambio.

Es fundamental dejar de ser un espectador pasivo y armar un nuevo guion de la propia trayectoria, controlando los pensamientos que lo sujetaban a una realidad laboral pasada.

Solo podemos convertirnos en nuestra mejor versión si orientamos nuestra carrera profesional hacia la búsqueda de un propósito nuevo, donde retroceder, detenerse para analizar y cambiar de rumbo no implica abandonar, es replantear la meta y asegurarse que el esfuerzo está enfocado en la dirección correcta. Y así saldremos de “nuestra parálisis profesional”, donde nuestros sentidos se intensificarán, nuestra percepción del contexto cambiará y la valoración de nuestra carrera tomará una nueva dimensión.

Tener claro las metas, de mediano y largo plazo alimentará la proyección buscada y nuestro verdadero propósito. Representarán un elemento cuantificador y calificador que conducirá a
aquello que el ejecutivo visualiza como oportuno.

Son tiempos para descomponer objetivos grandes y ambiciosos en tramos certeros que respondan a intereses y posibilidades concretas. En la búsqueda de esos objetivos resulta clave tener autodisciplina, respetar tiempos, entender la madurez y el rol que se asumirá como líder una vez atravesado el desierto.

Será reconocer el punto de partida para saber a qué lugar se desea llegar, en “momentos instantáneos” donde no hay respuestas rápidas. Hacer que el Yo comprenda que el destino no es inevitable, sino una cuestión de elección, y de asumir la responsabilidad y no culpar al contexto y a los otros por las propia carencias o pérdidas.

Ayudará mucho en el proceso de acompañamiento, reforzar la autoconfianza del profesional, revalidar conocimientos y habilidades, la fuerza de voluntad aplicada, y sobre todo definir su nivel de selectividad ante determinados proyectos laborales.

No sigamos el mapa de otros, tratemos de construir el nuestro. No siempre lo imaginado o
planificado se acerca a lo real.

Empujar más allá de nuestras fronteras, encontrar retos nuevos, incrementar nuestro pensamiento estratégico ayudará a no observar todo desde el mismo ángulo, no rescataríamos lo posible, no generaríamos nuestra verdadera propuesta para ganar nuevamente “empleabilidad”.

Plasticidad para nuevos territorios laborales

Tenemos que estar como profesionales preparados constantemente para atravesar límites, traspasar fronteras, movernos con plasticidad hacia lo que creemos desconocer. En el viejo contexto teníamos ciertas respuestas, pero el nuevo nos ha cambiado las preguntas.

Reinventarse es desempolvar todos esos deseos y miradas que hace tiempo no recorríamos pero que están presentes, pidiendo su lugar; definir qué queremos y poner foco en qué necesitamos para transitar el camino.

Es identificar las postas y escenarios intermedios y así ver que tenemos que sacar y qué tenemos que poner en nuestra mochila. Es reimaginar la carrera nuevamente desde este nuevo presente.

Es volver a construir, es enfrentarse a sí mismo y revisar de manera especial nuestras experiencias diferenciadoras, entendiendo cuales resultan válidas para aplicar hoy y también aquellos aprendizajes nuevos que nos sumarán valor. Sin nuevos aprendizajes no hay desafíos ni transformación. Sin nuevos aprendizajes no hay fortalecimiento de nuestra empleabilidad.

No se trata de caminar con un mismo equipaje, consiste en modificar conductas y replantearse el presente para la creación de un nuevo yo que interprete la incertidumbre como un nuevo elemento para decidir.
Hoy la complejidad en la reconstrucción de nuestras carreras profesionales nos invita a estar en alerta para someter a una revisión continua nuestros conocimientos y nuestras “formas de hacer”.

La única forma de descubrir los límites de lo posible es orientarnos más allá de lo imposible, de encontrar un nuevo orden, de explorar el contexto para esa nueva construcción con mayor visibilidad profesional, superando la trampa del conformismo y tener coraje para caminos no identificados.

Gustavo dos Santos
CEO de HUMAN STADIUM Usina de Talentos
Especialista en Empleabilidad y Reconversión Laboral