MARCA MUNICIPIO / Cómo encontrar nuestro relato país

                                                                                                                      

Toni Puig es uno de los más respetados analistas y por demás propulsor de la transformación de nuestras ciudades para convertirlas en marcas resonantes y comunicantes. Su ejercicio de reflexión sobre esta temática encuentra espacio en la experiencia de Barcelona, España.

Hace algunos años, por mi proceso de formación en temas de comunicación, tuve la oportunidad de conocer de cerca el modus operandi de los ayuntamientos en las comunidades autónomas de Madrid, Castilla León y Asturias.

No es un secreto para nadie que el modelo de gestión descentralizada que practica España, al margen de sus retos políticos y económicos, ha sido objeto de estudio de no pocos de nuestros gobiernos municipales en toda América Latina. Por años hemos coqueteado con la idea de convertir nuestros cabildos en verdaderas estructuras locales de administración pública. La aspiración de acercarnos al ejemplo español no es ostentosa, pese a nuestras limitaciones estructurales, económicas, culturales y políticas contamos con las condiciones para modelar un ejercicio de rediseño de la idea de ayuntamiento desde la perspectiva de su rol y el mensaje que se podría comunicar en relación a nuestros territorios, historia, gastronomía, riquezas ecoturísticas, potencial geográfico, así como nuestra oferta agroexportable.

¿Qué pasaría si comenzamos desde lo micro? Siempre he creído que los ayuntamientos del país podrían contar mejor al público interno y externo todo lo que representa la historia asentada en sus límites y que ese relato usado de forma eficiente podría producir cohesión social. No es tarea fácil ésta de definir la identidad de un municipio, elegir estratégicamente qué aspectos más relevantes de su cultural, e historia compartir con el mundo, sin embargo, es un reto que no deberíamos postergar más.

Desde luego, este ejercicio por la construcción de un relato común que represente el discurso país, se alimenta de la mirada local. Es un proceso que exige expandir la imaginación alrededor de una idea única que debería emerger desde el ceno de las comunidades. Para develar la marca ciudad, la marca municipio tenemos que definir primero nuestro relato, repensar la forma de colocar nuestro nombre en el mapa global. Para esto será necesario investigación, consulta y una visión de futuro inspiradora y aglutinante.

Durante esos años en España conocí autores fascinantes, uno de ellos Antonio Nuñez, para entonces me encontraba en Salamanca, una de las ciudades 'marca estudiante' del mundo. Su relato sobre encontrar el astronauta, y el sapo en la fachada de la universidad pública para tener éxito académico, fue una de las primeras tareas como nuevo residente temporal en esta apasionante localidad de Castilla y León, luego ese relato cobro vida en las estanterías de kioscos, market y actividades culturales y académicas, lo mismo experimenté en Madrid y Asturias. Pues les decía que conocí sobre Antonio Nuñez y sus reflexiones sobre Storytelling, debo confesar que para 2009 sabía poco al respecto, así que dejé correr en mí esa sensación de: "ahora lo entiendo todo" y no pude evitar pensar en el impacto de estas ideas sobre República Dominicana.

De Nuñez y también de Christian Salmon asimilé sin mayor dificultad que toda nuestra vida está poblada de relatos y que esos relatos nos definen, que con los años nos aprendemos nuestras historias y vamos por ahí contándole al mundo, conscientes o no, marcamos con nuestros relatos cada acción que emprendemos.

Un relato es una estructura narrativa que describe un esquema sencillo y funcional al que todos estamos acostumbrados: inicio, desarrollo, conclusión. De pequeños escuchamos tantos cuentos compartidos por nuestros abuelos, padres, tíos y amigos que a estas alturas nuestro cerebro acoge con poca o nula resistencia los relatos cuya estructura nos recuerdan a las historias más emocionales de nuestra infancia y que de paso armonizan con nuestros valores e inconsciente colectivo.

Justo en este aspecto está nuestra gran oportunidad como país, ser capaces de identificar el relato de nuestras ciudades, estructurarlo, aprenderlo, armonizarlo con un pensado proyecto país, asociarlo a un mito y salir a contarlo al mundo con todas las herramientas y desde todas las plataformas posibles, ya hemos hecho una parte de este trabajo, pero aún nos falta.

Sin duda impactará todavía más sobre nuestro turismo, y sobre la relación que se construya de nuestro nombre país alrededor de los ejes temáticos estratégicos en la región y el mundo. Lo anterior solo será posible si nos abocamos a este proceso de redescubrir y sistematizar el relato de nuestras ciudades, convertirlo en productos, simbolismos, sonidos, identidad, discurso interno, señaléticas que faciliten, primero a los propios habitantes de las ciudades, posteriormente a nuestros potenciales visitantes, definirnos.

Ya sé que para algunos lo planteado suena grandilocuente y utópico. No dejan de tener razón, lo cierto es que será utopía si previo o concomitante a esta transformación conceptual y estructural de nuestras ciudades no impulsamos un profundo estadio de revisión y renovación de nuestra cultura política y nuestra idea de dominicanidad. Solo transformando la forma en que nos vemos podremos transformar la forma en que concebimos nuestras ciudades para ser vistas.

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