Medvedenko, de ganar dos anillos con los Lakers a defender Kyiv de la invasión rusa

Hace dos décadas, Stanislav 'Slava' Medvedenko estaba celebrando su segundo anillo de la NBA con Los Angeles Lakers junto a estrellas como Saquille O'Neal o el desaparecido Kobe Bryant. En la actualidad, el exjugador ucraniano, retirado en 2007, es uno de los voluntarios que dan apoyo a la ciudad de Kyiv frente a la invasión de Rusia. 

Acompañado de unos prismáticos de alta precisión y un fusil AK 47, el que fuera pívot del conjunto angelino (2000-2006) y los Atlanta Hawks (2006-2007) empezó su experiencia militar como encargado en un puesto de guardia en un edificio situado en la zona más alta de la capital ucraniana, donde vive con su mujer y dos de sus hijos. Como miembro de las fuerzas de defensa territorial de Ucrania, que es la unidad de reserva del ejército del país, vigilaba durante casi cuatro horas al día la carretera por donde debían avanzar las tropas rusas. 

¿Estás sentado en un puesto de control y ves un puto cohete enorme que te sobrevuela?"

Lo peor eran los turnos de noche. "¿Estás sentado en un puesto de control y ves un puto cohete enorme que te sobrevuela?", se pregunta Medvedenko, de 43 años, en una entrevista a The Athletic donde repasa sus vivencias en la guerra. En una de sus primeras sesiones nocturnas observó como 20 misiles trataban de eliminar el sistema de radar ucraniano. "Esa fue la primera vez que creo que los rusos entienden que no pueden romper nuestro sistema de defensa aérea", opina. 

Además de su función de vigilante, también patrulló las calles de Kyiv en busca de saqueadores y saboteadores. Durante dos meses actuó como un miembro de la policía militar las 24 horas del día, participando en reuniones diarias en una cafetería convertida en oficina de autodefensa para elaborar estrategias contra posibles ataques. Entre sus tareas, cavó agujeros para minas antitanque y se entrenó para disparar RPG. 

Ahora, después de que las fuerzas rusas se dirigieran al este del país, Medvedenko realiza sobre todo acciones de ayuda, como la entrega de alimentos. Por otra parte, está creando una fundación para ayudar a niños ucranianos. "Slava nunca tuvo miedo", explica un compañero en tiempo de guerra que destaca sus imponentes dos metros y ocho centímetros de altura.   "Cuando estás en este proceso, no tienes tiempo para tener miedo", reconoce Medvedenko, que sí sintió pavor cuando vio los misiles sobrevolando su cabeza. 

El exjugador de la NBA, que en 249 partidos en la Liga norteamericana promedió 5,4 puntos y 2,9 rebotes, comenzó este terrible capítulo bélico la madrugada del 24 de febrero, cuando le despertó el sonido de la sirena antiaérea de Kyiv. A la mañana siguiente se alistó como voluntario y en los siguientes días vio como todos los apartamentos de su edificio, de 10 plantas, quedaban abandonados.

Los vecinos que se quedaron crearon un grupo de chat, primero de unos pocos y ahora de 1.500 personas. Lo mismo ocurrió con los civiles que se unieron al grupo militar donde estaba Medvedenko, que oficialmente es  la formación de voluntarios nº 29 del 128º batallón separado para la defensa territorial de Kyiv. "En tres semanas, éramos como una organización policial", dice.

Los representantes del ejército entregaron armas a los voluntarios. "Dejó que todo el mundo tuviera armas, esa fue la mejor decisión de nuestro presidente", explica Medvedenko, orgulloso de su pueblo: "La gente de Ucrania me sorprendió, vi cómo se unían".

Medvedenko desvela que tuvo la oportunidad de huir a Europa o Estados Unidos, el país donde disfrutó más tiempo del baloncesto profesional, pero prefirió ayudar a los suyos: "Siento que tengo que quedarme en Ucrania y ayudar a nuestro país, a nuestra nación. Tenemos que ser fuertes. Es la oportunidad de hacernos más fuertes".

En el parquet de la pista de baloncesto era un pívot temido por su envergadura y corpulencia, pero en el conflicto bélico su tamaño es insignificante. "Intento ser valiente", admite, aunque explica que en una de sus visitas a Bucha, en la periferia de Kyiv, donde se acumulan los cadáveres, no pudo evitar llorar. "Vi partes de cuerpos esparcidos", lamenta. Uno de sus consuelos es permanecer al lado de su mujer, Elena, que también ayuda a las tropas atendiendo una radio, y junto a dos de sus tres hijos, Masha y Slava, de 11 y 10 años, que desde el inicio de la guerra y hasta hace tres semanas estaban junto a su abuela en el oeste del país, lejos de los combates.