Las inversiones financieras impulsan la sostenibilidad
Los inversionistas centran sus evaluaciones en informes financieros que les permiten estimar la rentabilidad, riesgo y liquidez de cada alternativa de inversión. Adicionalmente, cada vez más inversionistas están solicitando información no financiera que les facilita identificar prácticas productivas que generan valor sin perjudicar el entorno ambiental y social. Para entender la vinculación entre las inversiones financieras y la sostenibilidad, es necesario observar una serie de cambios que han transformado los mercados.
En los ‘80, la popularización de la TV en color hizo posible que noticias sobre desastres ambientales llegaran de forma vívida a hogares de todo el mundo. Ciudadanos, gobiernos y empresas empezaban a comprender el impacto de la actividad económica sobre el medioambiente. Tanto fue así que, en 1992, 110 jefes de estado y miles de representante de empresas y ONGs se reunieron en Río para celebrar la primera Cumbre de la Tierra. La experiencia se repetiría en 1997 en Kioto y en 2015 en París. Estas cumbres han permitido alcanzar acuerdos internacionales para erradicar prácticas dañinas para el medioambiente.
Paralelamente, los medios empezaron a exponer casos graves de abusos a trabajadores por parte de empresas que habían trasladado sus fábricas a países con mano de obra barata y con escasa protección laboral. Cuestiones relacionadas con la seguridad laboral, el pago de sueldo dignos y la lucha contra el acoso fueron ganando relevancia. Las empresas empezaron a entender que, lo que pasara en las fábricas, podía tener un fuerte impacto en sus principales mercados en forma de crisis reputacionales.
En la primera década del 2000, grandes empresas cotizadas cayeron en bancarrota repentinamente, entre ellas Enron (2001), Worldcom (2002), Tyco (2002) y Lehman Brothers (2008). Las estrategias cortoplacistas centradas en los resultados trimestrales, la falta de transparencia y las malas prácticas en los gobiernos corporativos fueron identificados como principales causantes de estas quiebras.
El reconocimiento de riesgos ambientales, sociales y organizacionales capaces de amenazar el capital invertido, han llevado a los inversionistas a tomar decisiones en base a criterios de sostenibilidad ambiental, social y de gobernanza (ESG). Este tipo de inversiones reciben el nombre de Inversiones Socialmente Responsables (ISR). Las ISR buscan reorientar los flujos de capital hacia una economía más sostenible, integrar la sostenibilidad en la gestión de riesgos y fomentar la transparencia y el largo plazo. Para lograrlo, se han desarrollado sistemas de clasificación y auditoría de prácticas sostenibles a partir de los cuales se han creado rankings como el Climate Transition Benchmark o el Paris Aligned Benchmark de la Unión Europea, que a su vez sirven como base para fondos de inversión ISR.
Las bolsas de valores también han abrazado las ISR. En 1999 nació el Dow Jones Sustainable Index, el primer índice bursátil que trabaja solo con empresas que cumplen criterios de sostenibilidad. Le siguió el FTSE4Good y, posteriormente, MSCI y STOXX también abrieron índices bursátiles ISR.
El creciente interés en las ISR ha motivado a los bancos a ofrecer productos especializados para aquellos ahorradores que quieren destinar su capital a proyectos sostenibles. Así, han aparecido los depósitos éticos y las cuentas verdes, cuyos fondos son destinados a productos como los préstamos sostenibles o las hipotecas verdes. También los inversionistas institucionales han mostrado un gran interés en este tipo de inversiones, dando lugar a la aparición de bonos verdes.
La sostenibilidad se ha convertido en un criterio fundamental de inversión. Larry Fink, CEO de la mayor gestora de fondos del mundo, anunció en 2020 que BlackRock dejaría de invertir en empresas que no cumplieran con requisitos de sostenibilidad y, recientemente, advirtió que las empresas que no transitan hacia la sostenibilidad son una amenaza para los inversionistas.