La sabiduría y energía de los líderes maduros

Esa generación clave de “Líderes energizantes + 50” cuentan con ideas y valores claros para ayudar a las empresas a mostrar su rostro humano, frente a un “pasillo o túnel emocional” que se nos presenta hoy y que necesitamos redescubrir.

Las empresas vivientes son las que confieren al trabajo un sentido humano, con una percepción de la realidad y de la acción que se puede ejercer sobre ella.

Necesitamos de líderes maduros que puedan sumarse a proyectos donde aporten estabilidad emocional y tolerancia para la frustración, y que alienten para ver oportunidades y lograr resultados colectivos en la complejidad.

Líderes maduros que cuenten con una mística especial, humildad para la acción y fuente de inspiración para otros.

Líderes solidarios que pongan en práctica en ese “pasillo emocional” valores reales con el objetivo de modelar la vida social y una cultura comunitaria en la compañía.

Estamos en un nuevo camino de repensar trabajos, estilos de liderazgo, donde resulta necesario atravesar nuestros límites, acción que no se trata de un acto intelectual o de razonamiento puro, sino de capitalizar la esencia de las cosas.

Resignificar la madurez profesional sabemos que implica un llamado a encontrar un sentido y propósito nuevo en la propia vida. Por lo tanto, si queremos reconciliar el trabajo con la vida, debemos incluir en el trabajo la presencia humana que se necesita, con líderes fortalecidos que cuenten con una mentalidad creadora, que piensen, sientan y cuenten con prácticas que permitan acompañar en este “hacer nuevo”.

Hoy “Líderes energizantes + 50” representan verdaderos mentores que saben generar energía, fuerza, entereza mental y autogestión en sus equipos y que no se fragmentan ante una crisis.

Es necesario analizar cada foto de esta realidad para sobrepasar nuestros espacios grises. Para ello se necesita una madurez y “robustez psicológica” para sentirse fuerte en cada desafío, combinando experiencias de otras crisis y a su vez, nuevas miradas para abordar este contexto especial.

Es fundamental generar un ámbito de trabajo colaborativo para aceptar la necesidad del cambio, saber leer y entender la adversidad y co-crear espacios de entendimiento y debate para superarla.

Necesitamos líderes que ayuden a pensar no linealmente, que sean animadores para trabajar con lo inesperado, con la hoja en blanco.

Estamos en un viaje desordenado, en un mundo desbocado decía Anthony Giddens, donde resulta imprescindible explorar, experimentar y observar, para ver “la claridad al fin del pasillo emocional simbólico”.

Las crisis implican transiciones, que a su vez implican reconstruir formas en que entendemos la actualidad, pero entendamos que en la fragmentación surgen las oportunidades.

No hay resolución de crisis sin nuevas reglas, nuevos protagonistas, nuevos valores y talentos, nuevas miradas.

La experiencia aplicada en este contexto es un valor diferencial, que debe ir acompañada de prácticas con perfiles que muestren agilidad, movilidad y visibilidad para impulsar a otros. Hoy más que nunca, sumemos también a nuestros equipos madurez profesional para dejar de ser víctimas de lo que nos ocurre y comenzar a ser responsables de lo que sentimos, vivenciamos, con una mirada solidaria para lograr objetivos colectivos.