¿CÓMO TRABAJA UN COACH EJECUTIVO CON DIRECTIV@S?

Lo importante no es el cómo, sino el para qué. El coaching es una potente metodología de desarrollo profesional que se utiliza en el mundo desde finales del S.XX

Sus raíces se remontan a Sócrates y su mayéutica: el arte de encontrar la verdad en el interior de las personas. Más recientemente, fue el Psicólogo Humanista Carl Rogers, quien se centró en la persona como el principal foco de aprendizaje, y no en el terapeuta. A esto lo llamó “terapia centrada en el cliente”. Más tarde surgieron pensadores relevantes como Rafael Echeverría y Claudio Naranjo, que trabajaron la parte ontológica y gestáltica del coaching. Otros autores relevantes fueron John Whitmore, con un coaching centrado en la empresa, o Tim Gallwey, uno de los padres del coaching deportivo, con sus trabajos en el tenis y en el golf.

Igual que cada día resulta más difícil encontrar deportistas de élite que no tengan en su equipo a un psicólogo o coach deportivo, podemos entender que los directivos, como profesionales de élite que son, necesitan acompañarse de un experto. Un experto que les rete a cambiar y/o aprender sobre aquellas áreas relevantes para alcanzar sus objetivos.

Según un estudio publicado en la Universidad de Stanford, para el que se entrevistó a 200 directores generales y miembros de comités de dirección, el primer objetivo de estos directiv@s a la hora de trabajar con un coach ejecutivo era ayudarles a gestionar conflictos.

Para estos perfiles es una habilidad clave. Resolver conflictos de forma constructiva es vital para seguir avanzando hacia las metas, independientemente de los retos y las barreras a las que se enfrenten. En segundo lugar, aparecía la competencia “escucha”, seguida de cerca de habilidades de comunicación, delegación y, finalmente, construcción de equipos.

Si nos fijamos, las primeras razones por las que un alto ejecutivo decide trabajar con un coach apuntan a lo que llamamos “soft skills”; habilidades emocionales que están relacionadas con la capacidad de entenderse e interpretarse a sí mismos para, desde ahí, entender e interpretar a los demás.

Los primer@s ejecutiv@s en las organizaciones deben ser conscientes de que para aumentar el rendimiento de sus equipos y, por tanto, conseguir los resultados esperados en sus compañías, deben trabajar en mejorar su inteligencia emocional.

Durante años, las emociones fueron las grandes olvidadas en las empresas. En cierto modo, parecía que había que dejarlas fuera. Recuerdo cuando, en una de mis primeras experiencias profesionales, escuché la frase “aquí se viene a trabajar”… Este tipo de lenguaje transmitía la creencia de que había que centrarse sólo en la parte racional y olvidar por completo la emocional.

Hoy se sabe que para que un líder obtenga resultados excelentes, también necesita generar emociones positivas en sus equipos para lograr que éstos den el máximo de sí mismos. Por tanto, trabajar estas habilidades emocionales hace que el líder y sus equipos generen alto rendimiento, lo que les lleva a conseguir los retos que se proponen.

Volvamos a la pregunta inicial, ¿para qué trabajar con un coach ejecutivo si soy uno de los principales directiv@s de mi compañía? La respuesta, sin duda, es para conseguir mejorar mi gestión de emociones y, por tanto, la gestión de las emociones de los interlocutores con los que me relaciono.

Y, ¿cómo lo hacemos los coaches ejecutivos? Lo primero es empatizar con su realidad. En segundo lugar, ayudarle a que sea consciente de qué necesita cambiar para hacerlo mejor y, finalmente, acompañarle en la puesta en marcha de esas nuevas acciones que le permitan explorar comportamientos no utilizados antes y que le lleven a resultados diferentes a los actuales.

Esa labor de acompañamiento no ha de ser cómoda: el coach debe retar al directiv@ para que éste eleve sus estándares y comience a moverse en su zona de aprendizaje de nuevos comportamientos. En esta zona, los seres humanos sentimos miedo e inseguridad porque es nueva para nosotros, pero es también la zona que nos hace crecer de manera exponencial.

Para concluir, si he conseguido escalar hasta las primeras posiciones de mi pirámide organizacional y comienzo a sentir la “soledad del directivo”, donde dudo sobre si lo estoy haciendo bien, quizás sea el momento de buscar ayuda fuera de la compañía.

Trabajar aquellas habilidades que históricamente no nos enseñaban en la escuela o la Universidad, pero que hoy son absolutamente imprescindibles en el ámbito organizacional y, sin duda alguna, en otros ámbitos de la vida como el deporte, la familia y las relaciones sociales en general, es un viaje que toda persona con responsabilidad debe emprender.

Fuente

José Miguel Sánchez