Cómo sobrevivir a un acto escolar

Recientemente tuvimos un acto escolar en Bogotá conmemorando el aniversario del colegio de mi hijo Tobías y la verdad no sé quién actuaba mejor, si los estudiantes en el escenario o nosotros los papás fingiendo que nos interesaba cualquier actuación que no fuera la de nuestro hijo. Por lo que uno se da cuenta de que lo más entretenido de un acto escolar no es el acto en sí, sino todo lo que ocurre alrededor de éste. Experiencia que vendría muchísimo mejor si fuese en un teatro pet friendly que permitiera sobrellevar la larga jornada con una mascota de soporte emocional, como un hámster, un gatico o un hipopótamo.

Y así comenzó todo con el primer número del programa: unos papás peleándose por unas butacas. Espectáculo en donde lo realmente llamativo no fue el altercado como tal, sino el hecho de que la pelea se hacía más intensa cuanto más se alejaban entre sí los contrincantes. Porque inició con los papás estando a treinta centímetros de separación:

  • ¿¿¿Pero no ve que yo ya estaba aquí???
  • ¿¿¿Y es que ahora las filas de puestos se reservan poniendo una gorra al final???

Terminando con ambos papás separados por 74 butacas, dos mamás y tres personas de seguridad:

  • ¡Venga, que ahora sí le parto la cara con este bate!
  • ¡Si queda vivo después de que vea el último video de su hija en TikTok!

Aunque todo volvió a la calma cuando una voz en el escenario gritó: “¡Por favor, siéntensennn o sálgansennn!”. Les juro que lo dijo con esa “n” al final. Y estoy seguro de que lo hizo adrede, pues pronunciar esa “n” en el evento de una institución cuyo objetivo es bajarte puntos por cualquier error ortográfico que tengas, terminó retumbándonos en el cerebro como cuando tu jefe te dice: “Hay un retraso en la quincena que solucionaremos apenas termine mercurio retrógrado”.

Lo bueno es que causó el efecto esperado, pues de inmediato pasamos al próximo número: las palabras de apertura de los sacerdotes del colegio, quienes agradecieron a los presentes todos los esfuerzos en pro de la educación de sus hijos acompañándolo de un “Que Dios se los multiplique”. Lo cual es preocupante, porque si Dios está de malas y quiere castigarnos, podría multiplicarlo por cero.

Luego finalizaron la bienvenida rezando un “Padre nuestro”. Oración que me parece muy noble, salvo por una parte: el “Danos hoy nuestro pan de cada día”. Pues al ver la cantidad de mamás y papás que se esforzaron por verse más jóvenes que sus hijos, es necesario que Dios nos aclare: ¿ese pan es de trigo, centeno, maíz, masa madre, blanco, integral, artesanal, multicereal, semillas ancestrales, francés, acemita, mogolla, pita, baguette, gallego, chino o es exactamente el mismo pan que comió Jesús en la última cena?

Entonces llegó el clímax del acto escolar: ver qué rayos hacía uno mientras no actuaba su hijo. Y para ello preparé una serie de actividades especialmente diseñadas para sitios en donde hay que esperar, como aeropuertos, bancos o los baños de mujeres en los bares con happy hour. Cosas sencillas como:

  • Limpiar la memoria de tu celular.
  • Mandar fotos del acto al chat de la familia.
  • Botar papelitos viejos de la cartera.
  • Mandar más fotos del acto al chat de la familia.
  • Ver a papás gritando al escenario creyendo que sus hijos escucharán.
  • Buscar un enchufe para cargar el celular y así mandar aún más fotos del acto al chat de la familia.

Esto lo repetí hasta que finalmente llegó lo que esperaba (no, no era una pizza). Era el acto de Tobías. Un momento en donde no sólo me maravillé por verlo en escena, sino porque descubrí que tengo un superpoder: la mirada de camaleón. Pues con un ojo veía el escenario mientras que con el otro miraba la pantalla del celular grabando el acto a la misma vez que llegaba un mensaje que decía: “Te tengo un chisme”. Pero como buen padre responsable, me enfoqué en lo realmente importante y me leí todo el chisme.

Cuando terminé, ya había pasado Tobías, pero aún quedaba bastante acto escolar. Entonces agarré un zancudo que estaba volando por ahí y aproveché de domesticarlo para que fuera mi mascota de soporte emocional por el resto del evento.

Ya finalizado todo, bajamos a recibir a Tobías y fue cuando comenzó a hacernos su interrogatorio de FBI:

  • ¿Les gustó el acto?
  • ¡Claro, Tobías! ¡Estuvo buenísimo!
  • ¿Y qué fue lo que más les gustó?
  • Eh… obviamente tu acto.
  • ¿Pero vieron mi parte?
  • ¡Por supuesto, Tobías!

Preguntas con las cuales nos siguió insistiendo toda la tarde porque él sabía que nosotros sabíamos que él sabía lo que todos sabían: que nuestro acto favorito fue el de los papás peleándose por las butacas.

Fuente

Reuben Morales