¿Inversión o Invasión Extranjera?
Vivimos en un mundo cognitivo donde se nos olvida lo emocional, y terminamos confundiendo lo entendido con lo comprendido. Muchos de los grandes planes empresariales y de país pueden verse seriamente afectados, si no se toma en cuenta a las personas, sus esquemas generacionales y sus creencias culturales. Hoy hablaremos de las memorias emocionales cuando se trata de inversión extranjera.
el Máster en Armonía Financiera que dicto, siempre comenzamos con una historia, de la cual supe cuando estudiaba economía de la innovación, en Bruselas. En el libro Diff usion of Innovations, de Everett Rogers (1962), cuentan la historia de un grupo de científicos sociales que buscaban mejorar la calidad de vida de los habitantes del pueblo Los Molinos, en Perú. Para los científicos, con sólo enseñar a los locales a hervir el agua que recogían del lago, era suficiente para incrementar la salubridad, reducir enfermedades y aumentar su calidad de vida.
Luego de 3 meses, esta simple acción de hervir el agua antes de tomarla, no había sido adoptada. ¿Cómo puede esto ser posible? Luego de una inversión considerable en un equipo de expertos del tema, y tres meses de trabajo en sitio, parecía que no había errores. El punto de inflexión se genera cuando estos expertos se hacen la pregunta clave: ¿Qué significa el agua hervida en la memoria emocional de los habitantes del pueblo? Resulta que estos sólo consumen agua hervida cuando están enfermos, y para ellos la relación enfermedad = agua hervida, los lleva a la conclusión agua hervida = enfermedad.
Traigo a colación este ejemplo, porque el hecho de que seamos ejecutivos con capacidad de proyectar un crecimiento económico gracias a la inversión extranjera, no implica que en la calle se vea o se sienta igual.
Mucho dinero podría verse tirado por la borda si no incluimos elementos como la cultura y las memorias emocionales de lo que representa la inversión extranjera en el ciudadano promedio. Así como le sucedió a los habitantes del pueblo Los Molinos, todo un país puede atentar contra su propio bienestar económico, si este tema no se atiende.
Lo que se esconde en el inconsciente colectivo de Latinoamérica acerca de extranjeros y de ser nosotros un “atractivo para inversiones”, se parece más al miedo de ser explotados nuevamente como en la época colonial, a una oportunidad de crecimiento. Si nos paramos en cualquier avenida y le preguntamos a alguien de educación promedio acerca de su opinión sobre la inversión extranjera, con seguridad su respuesta estará más relacionada con invasión extranjera, donde los ciudadanos se llevarán las de perder.
A nivel neuronal, para quien posee una memoria generacional de explotación y una memoria emocional de miedo ante lo extranjero, difícilmente se le active el sistema de recompensa, ese que le permitirá dar lo mejor de sí para que suceda exitosamente. Al igual que los habitantes de Los Molinos, se activará colectivamente el sistema de aversión a la pérdida, y aunque entiendan que es para su bien, se sentirán amenazados y harán todo lo contrario.
Ya sea que eres un ejecutivo de una empresa buscando establecerse en el extranjero, o eres un ciudadano en un país abierto a la inversión extranjera, es hora de hacerte la misma pregunta que se hicieron los expertos en el pueblo Los Molinos a mediados del siglo XX:
¿Qué significa “Inversión Extranjera” para los habitantes promedios del país? ¿Qué debemos hacer para que ese significado cambie, por el bienestar de todos?
La historia y la neuroeconomía dejan claro que no somos tan racionales como creemos, ni obtenemos resultados tan perfectos como los planeamos. Comprender esto no sólo nos hace humildes, sino además inteligentes.