¿Con quién conversa el ejecutivo que está solo?

En estos meses de pandemia, la situación se volvió más compleja porque a los temas habituales se agregaron el aislamiento físico, la disminución de la actividad de la empresa, incluso a nivel cero en algunos casos, tener que tomar decisiones sobre bases más inciertas que lo habitual, más el peso de la responsabilidad sobre todo el personal.

En el caso de las pymes y de las pymes familiares, esta última situación es más intensa por el trato cercano que tienen los dueños con la mayoría de sus empleados.

El empresario, dueño o CEO es el único que no tiene pares en la empresa, no tiene un igual. ¿Se siente solo? Sí, muchas veces sí, aunque no lo identifique de ese modo.

El sentimiento de soledad genera aislamiento (más allá de la cuarentena), desconfianza, bloqueo interno, baja productividad intelectual y entorpece el proceso de toma de decisiones, entonces el grado de dificultades en la empresa es mayor.

Al mismo tiempo, genera síntomas físicos y anímicos que no hay que desestimar. Problemas digestivos, cardíacos, nerviosismo, insomnio, irritabilidad, desesperanza y falta de alegría. Bajo estas condiciones el directivo debe tomar decisiones en su empresa y atender su familia.

Entonces, ¿con quién conversa ese ejecutivo sobre todas estas cosas que le pasan por su cabeza, sus sentimientos y sensaciones? La respuesta, muchas veces, es "con la almohada". Recurso muy válido... Pero, cuando las consultas se repiten, la almohada se queda sin argumentos.

Contar con un interlocutor externo con experiencia, un profesional que sepa escuchar (oír y comprender) y, fundamentalmente, que sepa hacer buenas preguntas que ayuden al empresario a encontrar sus propias respuestas es invalorable.

Conversar es una necesidad básica. Viene del latín "vivir con alguien". Si carecemos de ese "vivir con alguien" nos falta una parte muy importante para nuestra supervivencia. La búsqueda de un interlocutor, muchas veces, es vivida como un signo de debilidad, se parte del supuesto (erróneo) que un dueño, un empresario debiera tener todo clarísimo y resolver todas sus dudas sin ayuda. Llegó a donde llegó por sus virtudes, sin duda. Pero cuando la empresa crece, cuando se hace cada vez más compleja, cuando depende de decisiones de otras personas, el entusiasmo y la intuición no alcanzan.

Por el contrario, en mi experiencia como consultor, los empresarios salen fortalecidos de contar con un profesional para conversar, se sienten más seguros, mejoran las relaciones con sus colaboradores, y como consecuencia mejora la organización, sus empresas valen más porque les agregan valor.

Beneficios

  • El alivio por comenzar a compartir es inmediato.
  • Se rompe el aislamiento.
  • Aumentan la autoconfianza y la autoestima.
  • Disminuyen los síntomas.
  • Pone en marcha de nuevo la rueda de la creatividad.
  • Todo esto se traslada al conjunto de su organización.
  • La organización adquiere valor

Fuente

Eduardo Press